“Soy privilegiada”, nos dice Andrea (29 años) y en su voz no hay culpa, pero sí seriedad. “Soy privilegiada porque nunca tuve que pensar en si iba a poder comer o no, tuve estudios, aprendí inglés desde niña y pude cursar una maestría en el extranjero. Quisiera que todas las mujeres de 29 años en El Salvador tuvieran mis privilegios”, subraya.

Andrea afirma esto en el jardín de su amplia vivienda en Condado Santa Rosa, una de las residenciales más exclusivas de El Salvador, donde solo vive con su madre. A su alrededor, hay parques privados y una estricta seguridad privada.

Su casa parece salida de una revista de diseño. El césped de su jardín está impecablemente cortado y dos sillas de color naranja neón invitan a tomar el sol. En vacaciones, su familia puede salir de viaje al extranjero o rentar espacios en la playa o montaña. Rentar un rancho en la playa o una casa en la montaña en El Salvador cuesta aproximadamente 250 USD al día.

En su sala: orquídeas, un hermoso comedor rústico y un mural que ella misma pintó. Adentro, en su habitación: orden, libros en inglés y una computadora de última generación. Andrea estudió Music Business Management en la University of Westminster y, aunque tuvo que ahorrar para ello, “fue difícil económicamente, pero no imposible para mí”. Estudió diseño gráfico en una universidad privada salvadoreña y empezó haciendo una pasantía. Luego, gracias a una recomendación de una amiga de su madre, comenzó a trabajar en una organización internacional para la que actualmente aún labora.

"No habrá más mujeres en la música (cantantes, bandas, managers, productoras) si no les das oportunidades".

-Andrea

“Soy consciente de que en El Salvador se necesitan contactos y redes sociales (para conseguir una pasantía o un primer empleo)”, asegura. “Las oportunidades no son para todos, existe una enorme brecha social”, recalca.

“Mi papá me educó todo lo contrario al 'no podés hacerlo' por ser niña. Me borró ese límite”, cuenta. Paradójicamente, “cuando me enseñaba básquet me trataba 'como niño'”, amplía la emprendedora de la industria musical latinoamericana.

A pesar de sus privilegios, asegura que ha enfrentado discriminación en el mundo de la música por ser mujer. “A veces soy la única mujer en las reuniones o me llaman por teléfono y me dicen 'brother' porque dan por hecho que soy hombre, creen que si manejás una banda es porque sos ‘chero’”, relata.

“Aquí en El Salvador, a veces me he tenido que maquillar, vestirme formal y ponerme lentes para que me tomen en serio, porque soy mujer y parezco más joven. Mi mamá me preguntó por qué lo hice, dice que no soy así, pero esa vez quería que las cosas salieran bien para mis representados. Al contrario que en Inglaterra, donde podía ir vestida como quisiera y mi jefe hasta presumía que era latina y estudiaba una maestría”, agrega.

"Mi mejor amiga y apoyo es mi mamá, Rosa, 'una mujer empoderada', empresaria de logística y transporte".

-Andrea

Vegana por deseo de mermar el impacto medioambiental, reconoce que es una opción alimenticia cara, pero no imposible, porque hay opciones salvadoreñas como las pupusas o la tortilla con aguacate.

Andrea pudo aislarse en su casa durante varios meses la cuarentena por Covid-19. Su protocolo de bioseguridad incluye cobertores desechables para zapatos y la socialización exclusiva con pocos miembros de su familia y dos amigos. Durante ese período, ella y su madre siguieron recibiendo sus ingresos habituales, su progenitora acudió a oficina y Andrea realizó teletrabajo. Su mejor amiga y apoyo es su mamá, Rosa (56), “una mujer empoderada”, empresaria de logística y transporte.

Andrea trabaja en su estudio, donde tiene una colección de libros y equipo de oficina.